Para él, cuerpo y alma no pueden ser separados. El ser humano es una unidad gracias a la dependencia entre ambos elementos. Inseparables, dominan nuestros deseos y determinan nuestra voluntad, aquella que es capaz de lanzarnos hacia el frente, sin más temor que la incertidumbre, como en una carrera con vallas. Cada uno determinará el vigor y la constancia de cara al final. Hugo Delgado eligió la disciplina y el rotundo cambio de los hábitos mundanos para llegar primero a la meta. Ya había instruido su mente con la medicina y la psiquiatría. Era el turno del cuerpo. El atletismo se convirtió en el nuevo rumbo por seguir.
Recuerda que su primera carrera fue en segundo de media. Tenía 13 años y quedó atrapado por el mecanismo del cuerpo, el cual estudiaría y entendería a la perfección más adelante. A pesar de que quería ser arquitecto, las dificultades económicas y el hecho de ser sobrino de Honorio Delgado lo empujaron a la medicina. Si su tío había frecuentado a Sigmund Freud e introdujo el psicoanálisis a Sudamérica, ¿por qué no intentar ser como él? Por eso se especializó en la psiquiatría tras nueve años de asfixiante estudio. No había forma de sostener el aprendizaje en cirugía y las lecturas de Carl Jung con las competencias atléticas.
El atletismo perdió aire en su vida, pero nunca lo dejó ahogarse por completo. Ya como profesor, a veces competía contra sus alumnos, y los vencía. Además de la invasión total de los estudios profesionales en su vida, el aplazamiento del deporte tenía otra razón. Los logros materiales como psiquiatra recién le permitirían costear sus viajes y la competencia internacional. Es que, a pesar de tener varios récords, ningún auspiciador quiso apoyarlo. Ha pagado todas sus participaciones internacionales. Desde su primera intervención en un mundial de másters, hasta el último en Finlandia de este año, siempre ha corrido por su cuenta. Delgado sentencia que su presente no sería posible si no hubiera estudiado. Así, la concepción que tiene del atletismo —un complemento de la vida— recién pudo ser satisfecha a partir de los 65 años. “Uno hace de viejo lo que no pudo hacer de joven”, asegura.
Sin embargo, mucho antes de arrasar en Lathy (Finlandia) con tres medallas de oro y una de plata, Delgado debió defender su decisión con fortaleza. A dos meses de su primer mundial en 1989, renunció al cigarrillo. Hasta entonces era un fumador empedernido: una cajetilla y media se desvanecía en sus pulmones cada día. Aniquiló el síndrome de abstinencia entrenando y cambió su alimentación. Además, vendió su consultorio y un carro para poder viajar y seguir participando en las competencias. Aprendió a lidiar con la soledad y la imposibilidad de entender otros idiomas: Holanda, Noruega, Suecia, Alemania y Grecia fueron algunos países a los que llegó, siempre solo. Incluso perdió carreras porque no se percató de que lo llamaban a competir en una lengua extraña. Recién ha empezado a gozar de la compañía de sus nietos (tiene seis) y de sus hijas, que viven en el exterior. Para Delgado, la consigna de cada viaje es ir y regresar cuanto antes. Y, sobre todo, ganar.
“¿Para qué vas a ir si no es para triunfar?”, dice. Pese a que los mundiales másters tienen un fin recreativo más que competitivo, Delgado no concibe volver sin una medalla en el cuello. Y lo hará hasta que se canse. Podría ser mañana mismo. O dentro de un lustro, cuando tenga 90 años. Por eso seguirá sin comer carnes rojas, sin volver al cigarrillo, sin tener entrenador personal, tratando a sus pacientes, abriendo la reja del parque O’Higgins frente a su casa cada vez que se le antoje entrenar. Don Hugo siempre hizo lo que quiso. Nunca le pidió explicaciones a nadie. Y, como una unidad, siempre logró lo que se propuso en cuerpo y alma.
ASÍ SOY YO
Edad: 85 años
Finlandia 2009
Oro 200 m planos (34,96 segundos)
Oro 80 m con vallas
Oro 300 m con vallas (1 min:7seg:99cen)
Plata 100 m planos
Hugo Delgado. Médico psiquiatra
Recuerda que su primera carrera fue en segundo de media. Tenía 13 años y quedó atrapado por el mecanismo del cuerpo, el cual estudiaría y entendería a la perfección más adelante. A pesar de que quería ser arquitecto, las dificultades económicas y el hecho de ser sobrino de Honorio Delgado lo empujaron a la medicina. Si su tío había frecuentado a Sigmund Freud e introdujo el psicoanálisis a Sudamérica, ¿por qué no intentar ser como él? Por eso se especializó en la psiquiatría tras nueve años de asfixiante estudio. No había forma de sostener el aprendizaje en cirugía y las lecturas de Carl Jung con las competencias atléticas.
El atletismo perdió aire en su vida, pero nunca lo dejó ahogarse por completo. Ya como profesor, a veces competía contra sus alumnos, y los vencía. Además de la invasión total de los estudios profesionales en su vida, el aplazamiento del deporte tenía otra razón. Los logros materiales como psiquiatra recién le permitirían costear sus viajes y la competencia internacional. Es que, a pesar de tener varios récords, ningún auspiciador quiso apoyarlo. Ha pagado todas sus participaciones internacionales. Desde su primera intervención en un mundial de másters, hasta el último en Finlandia de este año, siempre ha corrido por su cuenta. Delgado sentencia que su presente no sería posible si no hubiera estudiado. Así, la concepción que tiene del atletismo —un complemento de la vida— recién pudo ser satisfecha a partir de los 65 años. “Uno hace de viejo lo que no pudo hacer de joven”, asegura.
Sin embargo, mucho antes de arrasar en Lathy (Finlandia) con tres medallas de oro y una de plata, Delgado debió defender su decisión con fortaleza. A dos meses de su primer mundial en 1989, renunció al cigarrillo. Hasta entonces era un fumador empedernido: una cajetilla y media se desvanecía en sus pulmones cada día. Aniquiló el síndrome de abstinencia entrenando y cambió su alimentación. Además, vendió su consultorio y un carro para poder viajar y seguir participando en las competencias. Aprendió a lidiar con la soledad y la imposibilidad de entender otros idiomas: Holanda, Noruega, Suecia, Alemania y Grecia fueron algunos países a los que llegó, siempre solo. Incluso perdió carreras porque no se percató de que lo llamaban a competir en una lengua extraña. Recién ha empezado a gozar de la compañía de sus nietos (tiene seis) y de sus hijas, que viven en el exterior. Para Delgado, la consigna de cada viaje es ir y regresar cuanto antes. Y, sobre todo, ganar.
“¿Para qué vas a ir si no es para triunfar?”, dice. Pese a que los mundiales másters tienen un fin recreativo más que competitivo, Delgado no concibe volver sin una medalla en el cuello. Y lo hará hasta que se canse. Podría ser mañana mismo. O dentro de un lustro, cuando tenga 90 años. Por eso seguirá sin comer carnes rojas, sin volver al cigarrillo, sin tener entrenador personal, tratando a sus pacientes, abriendo la reja del parque O’Higgins frente a su casa cada vez que se le antoje entrenar. Don Hugo siempre hizo lo que quiso. Nunca le pidió explicaciones a nadie. Y, como una unidad, siempre logró lo que se propuso en cuerpo y alma.
ASÍ SOY YO
Edad: 85 años
Finlandia 2009
Oro 200 m planos (34,96 segundos)
Oro 80 m con vallas
Oro 300 m con vallas (1 min:7seg:99cen)
Plata 100 m planos
Hugo Delgado. Médico psiquiatra
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