Oficialmente Chile ha tenido 4 presidentes “socialistas”: Grove, Allende, Lagos y actualmente Bachelet, esta última además ha sido ex ministra de Defensa en el auge del proceso de “rearme unilateral” que ha convertido a dicho país en una especie de “gendarme regional” de Washington ante el potencial “fundamentalismo andino” peruano-boliviano. “Socialista” también era Esteban Silva, aquel sempiterno asesor-espía que durante el toledismo vivía en Palacio y que además es co-autor del Libro Blanco de la Defensa Nacional de Chile.
Como no podía ser de otro modo, en el Perú la izquierda criolla (aún más “boba” que su consanguínea derecha pizarrista) siempre se ha “echado” ante sus “correligionarios” del Sur, por supuesto con el respectivo “Walk Over” en lo que respecta a la cuestión geopolítica, “ciencia reaccionaria” según ellos.
El caso boliviano, hasta antes de la ascensión del etnonacionalista Evo Morales ha sido muy similar. Entre la izquierda boliviana, como en la peruana, la actitud ante Chile es, además de “cándida” , indigna respecto al ilegítimo status quo de los territorios y mar arrebatados en 1879.
Y es que aquella creencia “que con los socialistas en el poder, la ‘hermandad de los pueblos’ se impondrá históricamente” no pasa de ser una utopía quijotesca y con mayor razón específicamente en el diferendo peruano-boliviano-chileno. Es que los Estados, señores, no tienen principios, sino intereses.
Y esto tiene que entenderse en su real dimensión. La cancillería peruana tiene que realizar una real-polik y los bolivianos también. Solo teniendo la razón de nuestra parte, no recuperaremos ni un centímetro cuadrado de nuestro mar, por ejemplo. Por más que vayamos a La Haya con todas las leyes del mundo asistiéndonos. Es que no podemos llorar como maricas lo que no se osa defender como hombres.
Focos
Reiteramos: la frontera tripartita peruano-boliviano-chilena sigue siendo, desde fines del s. XIX (1879), el foco de tensión etnogeopolítico más álgido del continente, además de único sobreviviente al escenario sigloveintero de la “Guerra Fría”. Verifiquemos que los otros focos de tensión continental: “amazonitis” ecuatoriana, las Malvinas/Falkland, canal de Panamá, canal de Beagle, etc, prácticamente se han desvanecido. En cuanto al “asunto” cubano- gringo, éste encaja ante todo como “ideo-político” antes que como geopolítico.
¿Y a qué se debe tal persistencia del foco de tensión P-Bo-Ch? A que en aquella triple frontera se interceptan una serie de factores que de por sí constituyen, cada cual, un potencial “casus belli”:
- Mediterraneidad boliviana.
- Amputación del mar “P”, en su sector sur, por la Armada “Ch”.
- Hegemonización demográfica de la etnicidad aymara (sur peruano y oeste boliviano) desbordándose sobre el norte chileno.
- Salida del gas “Bo” y crisis energética “Ch”.
- Asuntos aún pendientes del status de Arica, la mutilación portuaria de Tacna y el latente (y legítimo) revanchismo reivindicador de territorios cautivos (Arica, Tarapacá y Antofagasta).
A todo este polvorín geopolítico, debemos agregar el catalizador o fulminante siguiente (la competencia y pugna) entre modelos etnopolítico-económicos:
.ETNOIZQUIERDISMO boliviano.
.CRIOLLODERECHISMO peruano.
.CRIOLLOIZQUIERDISMO chileno.
El “campeón”
No debe extrañar, entonces, el notorio alineamiento táctico entre Evo y Bachelet, en que el izquierdismo , ya sea del tipo “carnívoro-indigenista” del primero o “vegetariano-caviarón” de la segunda (según graciosa clasificación del reaccionario Mario Vargas Llosa), constituye el común denominador… En contraste a la alergia mutua entre García y Evo, sin absolutamente nada en común.
Resulta pertinente recordar cuando el recién juramentado García Pérez acudió a Washington, prácticamente a besarle las manos a Bush II, en donde se presentó como el “campeón de la lucha contra el fundamentalismo andino”. Vale decir, no solo enconándose contra el chavismo bolivariano, sino principalmente contra el indígeno- socialismo.
No sabe
En cuanto a Bolivia, para entender el actual (miope) “alineamiento” de Morales con Bachelet, hemos de sopesar la “inercia criolla” de casi dos siglos, en los que –con la sola excepción de los períodos santacrucista (1832-1839), camperista (1879-1884) y torrista (1971-1973)– la Cancillería de La Paz no ha sido más que un apéndice de la de Santiago.
A su vez, ésta ha sido habilísima en soterrar todo espíritu reivindicativo de su Antofagasta cautiva, reencausándole su ansia de salida marítima hacia territorios que jamás le pertenecieron, ya sea Arica, Tacna y Moquegua (efectivamente, respecto a estas dos últimas regiones, basta revisar a Jorge Basadre y Alfonso Benavides para hallar varias “iniciativas” o componendas Ch - Bo” en ese sentido).
A esta malhadada “inercia criolla”, de la cual aún no logra emanciparse el etnosocialismo boliviano, hemos de agregar –lamentablemente– el evidente desconocimiento, por parte de Evo, de su auténtica historia - patria republicana, cuyo colofón lo sintetizó acertadamente el ya veterano Gral. Edgardo Mercado Jarrín (ex canciller de Velasco): “la desgracia de Bolivia es que no sabe diferenciar a sus amigos de sus enemigos”.
Y es que una cosa es la alergia coyuntural entre regímenes político-económicos antípodas, y otra cosa es la histórica pugna etnogeopolítica. El efectivamente “chabacano” AGP no vale siquiera un renglón en la situación de mediterraneidad boliviana y cautiverio de Antofagasta (en cuyo mar adyacente Punta Angamos sucumbió el Huáscar.
Pero no. “Bachelet es socialista y yo soy del Movimiento al Socialismo”, enfoca Evo, con lamentable simplismo, desconsiderando que la política de Estado chilena se mantiene inalterable –en función de los lineamientos portalianos de “hegemonía en el Pacífico Sur”– ya sean con gobernaciones de izquierda, derecha o centro. Vale decir que entre Pinochet y Bachelet no existe diferencia en cuanto a política exterior “de Cono Sur”.
Obviamente
De ahí se entiende que en la ya “famosa” Agenda de trece puntos (“casi” secreta) entre La Paz y Santiago, prácticamente se plantea como “refrito” de la fórmula pinochetista a la mediterraneidad boliviana planteada en 1977:
- Un corredor colindante con la frontera P- Ch hasta Arica, puerto-ciudad en la que Bolivia tendría todas las facilidades para su flujo comercial, aunque “sin soberanía” (la franja/corredor, por supuesto a trueque de una extensión similar para Chile en territorio boliviano): vale decir la “mecedora de las mecedoras”.
El hecho mismo que –la propuesta– haya sido desempolvada después de 32 años, es más que sugerente. Si a esto agregamos aquella cláusula del Tratado de 1929 –entre “P” y “Ch”– que establece la obligatoriedad del aval peruano (“consulta”) para efectivizar cualquier alteración del status quo de Arica.
Y si seguimos recordando, debemos referir también aquella agudísima “contrapropuesta” del régimen militar peruano, aceptando el corredor para Bolivia, pero con soberanía boliviana hasta las puertas de Arica, ciudad/puerto que, a su vez, entraría bajo soberanía tripartita P-Bo-Ch… Y sin trueque territorial de parte “Bo”. Obviamente Pinochet dio por terminadas las conversaciones con Bolivia y consulta con Perú.
En todo caso, esta sería la más acertada posición peruana, en la coyuntura actual, poniendo a Chile a la defensiva, y reubicando a Bolivia al lado nuestro, exhortándola a “re-honorabilizarse” buscando la reivindicación de su Antofagasta cautiva. En otras palabras, que se “desahueve” y se rearme. Unico lenguaje de entendimiento para un país cuyo lema reza “por la razón o por la fuerza”.
“Chile socialista”
Sin embargo, la desorientación boliviana no termina aquí. Falta abordar el “espejismo solidario-izquierdista” que le pinta falazmente la Cancillería de Santiago. Baste sopesar que desde 1931 se han sucedido 4 (cuatro) presidentes chilenos autoproclamados “socialistas”: Marmaduque Grove, Salvador Allende, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Y con ninguno de dichos “camaradas” logró modificarse un ápice el problema boliviano.
Al respecto, basta releer la histórica carta del ideólogo etnicista boliviano, Fausto Reinaga, al presidente Juan José Torres (que acababa de nacionalizar los yacimientos petroleros, a imitación de Juan Velasco en Perú, en la década de los ‘70). Y en ella Reinaga fue lapidario:
“(…) Este es el Chile socialista sin máscara, frente al pueblo de Bolivia, donde –según (Pablo) Neruda– no hay sino hedor a indio”.
Como no podía ser de otro modo, en el Perú la izquierda criolla (aún más “boba” que su consanguínea derecha pizarrista) siempre se ha “echado” ante sus “correligionarios” del Sur, por supuesto con el respectivo “Walk Over” en lo que respecta a la cuestión geopolítica, “ciencia reaccionaria” según ellos.
El caso boliviano, hasta antes de la ascensión del etnonacionalista Evo Morales ha sido muy similar. Entre la izquierda boliviana, como en la peruana, la actitud ante Chile es, además de “cándida” , indigna respecto al ilegítimo status quo de los territorios y mar arrebatados en 1879.
Y es que aquella creencia “que con los socialistas en el poder, la ‘hermandad de los pueblos’ se impondrá históricamente” no pasa de ser una utopía quijotesca y con mayor razón específicamente en el diferendo peruano-boliviano-chileno. Es que los Estados, señores, no tienen principios, sino intereses.
Y esto tiene que entenderse en su real dimensión. La cancillería peruana tiene que realizar una real-polik y los bolivianos también. Solo teniendo la razón de nuestra parte, no recuperaremos ni un centímetro cuadrado de nuestro mar, por ejemplo. Por más que vayamos a La Haya con todas las leyes del mundo asistiéndonos. Es que no podemos llorar como maricas lo que no se osa defender como hombres.
Focos
Reiteramos: la frontera tripartita peruano-boliviano-chilena sigue siendo, desde fines del s. XIX (1879), el foco de tensión etnogeopolítico más álgido del continente, además de único sobreviviente al escenario sigloveintero de la “Guerra Fría”. Verifiquemos que los otros focos de tensión continental: “amazonitis” ecuatoriana, las Malvinas/Falkland, canal de Panamá, canal de Beagle, etc, prácticamente se han desvanecido. En cuanto al “asunto” cubano- gringo, éste encaja ante todo como “ideo-político” antes que como geopolítico.
¿Y a qué se debe tal persistencia del foco de tensión P-Bo-Ch? A que en aquella triple frontera se interceptan una serie de factores que de por sí constituyen, cada cual, un potencial “casus belli”:
- Mediterraneidad boliviana.
- Amputación del mar “P”, en su sector sur, por la Armada “Ch”.
- Hegemonización demográfica de la etnicidad aymara (sur peruano y oeste boliviano) desbordándose sobre el norte chileno.
- Salida del gas “Bo” y crisis energética “Ch”.
- Asuntos aún pendientes del status de Arica, la mutilación portuaria de Tacna y el latente (y legítimo) revanchismo reivindicador de territorios cautivos (Arica, Tarapacá y Antofagasta).
A todo este polvorín geopolítico, debemos agregar el catalizador o fulminante siguiente (la competencia y pugna) entre modelos etnopolítico-económicos:
.ETNOIZQUIERDISMO boliviano.
.CRIOLLODERECHISMO peruano.
.CRIOLLOIZQUIERDISMO chileno.
El “campeón”
No debe extrañar, entonces, el notorio alineamiento táctico entre Evo y Bachelet, en que el izquierdismo , ya sea del tipo “carnívoro-indigenista” del primero o “vegetariano-caviarón” de la segunda (según graciosa clasificación del reaccionario Mario Vargas Llosa), constituye el común denominador… En contraste a la alergia mutua entre García y Evo, sin absolutamente nada en común.
Resulta pertinente recordar cuando el recién juramentado García Pérez acudió a Washington, prácticamente a besarle las manos a Bush II, en donde se presentó como el “campeón de la lucha contra el fundamentalismo andino”. Vale decir, no solo enconándose contra el chavismo bolivariano, sino principalmente contra el indígeno- socialismo.
No sabe
En cuanto a Bolivia, para entender el actual (miope) “alineamiento” de Morales con Bachelet, hemos de sopesar la “inercia criolla” de casi dos siglos, en los que –con la sola excepción de los períodos santacrucista (1832-1839), camperista (1879-1884) y torrista (1971-1973)– la Cancillería de La Paz no ha sido más que un apéndice de la de Santiago.
A su vez, ésta ha sido habilísima en soterrar todo espíritu reivindicativo de su Antofagasta cautiva, reencausándole su ansia de salida marítima hacia territorios que jamás le pertenecieron, ya sea Arica, Tacna y Moquegua (efectivamente, respecto a estas dos últimas regiones, basta revisar a Jorge Basadre y Alfonso Benavides para hallar varias “iniciativas” o componendas Ch - Bo” en ese sentido).
A esta malhadada “inercia criolla”, de la cual aún no logra emanciparse el etnosocialismo boliviano, hemos de agregar –lamentablemente– el evidente desconocimiento, por parte de Evo, de su auténtica historia - patria republicana, cuyo colofón lo sintetizó acertadamente el ya veterano Gral. Edgardo Mercado Jarrín (ex canciller de Velasco): “la desgracia de Bolivia es que no sabe diferenciar a sus amigos de sus enemigos”.
Y es que una cosa es la alergia coyuntural entre regímenes político-económicos antípodas, y otra cosa es la histórica pugna etnogeopolítica. El efectivamente “chabacano” AGP no vale siquiera un renglón en la situación de mediterraneidad boliviana y cautiverio de Antofagasta (en cuyo mar adyacente Punta Angamos sucumbió el Huáscar.
Pero no. “Bachelet es socialista y yo soy del Movimiento al Socialismo”, enfoca Evo, con lamentable simplismo, desconsiderando que la política de Estado chilena se mantiene inalterable –en función de los lineamientos portalianos de “hegemonía en el Pacífico Sur”– ya sean con gobernaciones de izquierda, derecha o centro. Vale decir que entre Pinochet y Bachelet no existe diferencia en cuanto a política exterior “de Cono Sur”.
Obviamente
De ahí se entiende que en la ya “famosa” Agenda de trece puntos (“casi” secreta) entre La Paz y Santiago, prácticamente se plantea como “refrito” de la fórmula pinochetista a la mediterraneidad boliviana planteada en 1977:
- Un corredor colindante con la frontera P- Ch hasta Arica, puerto-ciudad en la que Bolivia tendría todas las facilidades para su flujo comercial, aunque “sin soberanía” (la franja/corredor, por supuesto a trueque de una extensión similar para Chile en territorio boliviano): vale decir la “mecedora de las mecedoras”.
El hecho mismo que –la propuesta– haya sido desempolvada después de 32 años, es más que sugerente. Si a esto agregamos aquella cláusula del Tratado de 1929 –entre “P” y “Ch”– que establece la obligatoriedad del aval peruano (“consulta”) para efectivizar cualquier alteración del status quo de Arica.
Y si seguimos recordando, debemos referir también aquella agudísima “contrapropuesta” del régimen militar peruano, aceptando el corredor para Bolivia, pero con soberanía boliviana hasta las puertas de Arica, ciudad/puerto que, a su vez, entraría bajo soberanía tripartita P-Bo-Ch… Y sin trueque territorial de parte “Bo”. Obviamente Pinochet dio por terminadas las conversaciones con Bolivia y consulta con Perú.
En todo caso, esta sería la más acertada posición peruana, en la coyuntura actual, poniendo a Chile a la defensiva, y reubicando a Bolivia al lado nuestro, exhortándola a “re-honorabilizarse” buscando la reivindicación de su Antofagasta cautiva. En otras palabras, que se “desahueve” y se rearme. Unico lenguaje de entendimiento para un país cuyo lema reza “por la razón o por la fuerza”.
“Chile socialista”
Sin embargo, la desorientación boliviana no termina aquí. Falta abordar el “espejismo solidario-izquierdista” que le pinta falazmente la Cancillería de Santiago. Baste sopesar que desde 1931 se han sucedido 4 (cuatro) presidentes chilenos autoproclamados “socialistas”: Marmaduque Grove, Salvador Allende, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Y con ninguno de dichos “camaradas” logró modificarse un ápice el problema boliviano.
Al respecto, basta releer la histórica carta del ideólogo etnicista boliviano, Fausto Reinaga, al presidente Juan José Torres (que acababa de nacionalizar los yacimientos petroleros, a imitación de Juan Velasco en Perú, en la década de los ‘70). Y en ella Reinaga fue lapidario:
“(…) Este es el Chile socialista sin máscara, frente al pueblo de Bolivia, donde –según (Pablo) Neruda– no hay sino hedor a indio”.
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